Críticas

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Es una pinturaidealista donde juega con el misterio la intranquilidad del propio artista y el color, dominándolo de una forma perfecta.

Exmo. Sr. Marqués de Lozoya

La pintura de Moncholc es un auténtico placer.  
Una verdadera delectación espiritual, como en toda pintura Expresionista  que está invadida por el subjetivismo. cada mancha es un impacto para  la  vista, cada cuadro puede producir mil emociones, 
No importa su interpretación ni su significado. Ni siquiera su representación.
simbólica. Lo que importa es que produzca deleite que emocione y cautive.
 Hasta  que estremezca a veces.  Y la pintura de  Moncholc  es placer,  emoción y  estremecimiento.  Es   -que  a  nadie  le  quepa  la  menor  duda-  el  efluvio  en torrentera apasionada y arrebatadora del arte.

E. Covarruvias

Autodidacta, de origen granadino, Moncholc pone de manifiesto una turbadora sensibilidad, pues la síntesis de sus violentas pinceladas, recorriendo el lienzo, crea un espacio que parece absorber la violencia de nuestro mundo y extirparle la gangrena como haría un catalizador de fantástico cromatismo que no dejara en nuestra tierra nada que no fuese calma, voluptuosidad y serenidad luminosa. Pero dicha oposición, de vivos colores, que edulcora esos paisajes o retratos, mantiene  su agresividad, porque su inspiración sólo sirve para disimular un utópico deseo de apaciguamiento y para poner de relieve una impresión demasiado falaz.
Una empresa y una demostración en  todo caso muy interesantes.

Anne Vanoli

Ante el mundo.
Son los acontecimientos sociales lo que pinta MONCHOLC. Traduce a la pintura los tormentos del hombre en su existencia.
Esa expresión de la realidad se ve acentuada por un  aporte de  símbolos.
Verdadero análisis crítico de nuestra  sociedad,  la  pintura de  este  artista encuentra  sus raíces  en su propio entorno social.
El alma del ser humano está acribillada  por  sus  condicionantes  sociales.
Aquí  está  exorcizada  por cuadros que  gritan  muy  alto  sus  palabras  de verdad.
Su  arte  viaja  entre  lo  prohibido,  lo  tolerado  y  las  expresiones  de  su revuelta.  No choca,  se limita a  enseñar.  El  símbolo  aparece  aquí  para dar la justa medida entre una obra provocadora y la  figuración  narrativa.
Moncholc  privilegia el lenguaje y  el color.  Se atreve con los tonos vivos, con los que llega directamente a la mirada del espectador.
Ellos revelan las angustias de los personajes en su profundidad exaltada.
Su obra no es solamente la escenografía de la tiranía social, desenmascara los  tormentos  de  un pensamiento alienado.
Los personajes así exhibidos ante el mundo, poseen la muda constancia de sus inquietudes.
Sus caras están petrificadas en la máscara de la gravedad. Más  que  una actitud de mutismo dolorido, es  la mirada generosa de la  realidad  de  las situaciones lo que pinta MONCHOLC.
Su  universo  pictórico  se  erige  en  testigo  de  una  realidad  no  siempre agradable de revelar.

Louis-Guilles  Balaka

Es importante, a la hora de enjuiciar la obra  de un artista,  indagar cual ha sido  su  trayectoria.
Moncholc,  autodidacta,   empezó  a  pintar  el  año  1971.  En sus primerasobras  dominaba  el desbordamiento del color en  pinceladas  arreboladas  yturbulentas.   Se  diría  que  consideraba  la materia como  a un sujeto capaz de protagonizar su desmesura emocional. En las obras de  entonces  apenas hay orden compositivo y sobre mares de materia densa aparecen rostros  y cuerpos de mujer en una evocación de pesadilla. De aquellas  pinturas a las. De aquellas  pinturas a las que  hoy  presenta  hay  una  evolución rotundamente positiva.
En sus paisajes actuales los cielos se enfurecen, se diría que incluso emiten sonidos como si en el espacio se libraran sordas batallas. Por el contarrio, a «ras de suelo», se nos muestra la vida apacible que transcurre en un medio  rural: campos desnudos que Moncholc  cubre  de  colores  tibios  y  cálidos,  orillas que verdean junto al agua, y siempre  la  figura  humana,  labradores en el surco, parejas  de enamorados junto al árbol del bosque, la ancianidadcamino de una ermita desierta…
Moncholc es granadino y su tierra, exhuberante,  depositaria  de  una  gran tradición en  la   «magia»   de  lo  sensual.  Desde  hace dos  años  vive  en tierras  de  Extremadura.  Ello  ha  contribuído,  sin  duda,   a  temperar  el apasionamiento del color y se ha hecho menos vertiginosa la pincelada. Los paisajes que contemplamos son exponentes  de  una  ordenación  firme  del  espacio  compositivo.  Establece el pintor en  muchos  de  ellos  una  escala ascensional de horizontalidades  de  manera  que  aparecen  en perspectiva las tierras y el hábitat rural. Aquí el pincel  menudea  y salpica  la  materia ciñéndose a  transcribir  una  realidad  envuelta  en  poesía.  En  la  línea  de horizonte y de apertura al espacio salta de nuevo la  pincelada  abrupta,  el colorido   intenso   y   violento   embebido  en  una  materia   secretamente trabajada, de textura tersa, brillante y consistente.
En el momento actual coexiste en su pintura  un  expresionismo  de  matiz surreal,  de  un  lado,   y  el realismo poético e incluso ingenuista, del otro.
Las dos corrientes se avienen a un pacto de equilibrio  del  que  se  puede esperar, dada la seriedad con que afronta Moncholc la vocación de pintar una evolución ascensional como hasta ahora viene poniendo de manifiesto.
 En   esta   misma  exposición  que   comentamos  se  ofrece  una  serie  de pequeños formatos, mejor dicho, de miniaturas. Aquí  la pincelada pone el  toque  preciso  en  trazar   la   filigrana  de  un  paisaje  que  es   fiesta colorista. Buen ejercicio para concretar y  frenar  impulsos  que nacen de un  subconsciente complejo  y  emotivo,  propenso  a  surcar  espacios  en libre e inquietante movilidad.

Rosa  Martínez  de Lahidalga

Lo que más sobresale de la obra de Moncholc es su fantástico colorido. Sus verdes esmeraldas son vivos,  resplandecientes,  lo mismo  sus violetas, sus azules y rojos como mares profundos y  llamas.
Sus tonos con reflejos y brillos, con calidad de piedras preciosas de esmalte,  vibran a la luz,   y  sus sorprendentes  y  valientes  composiciones   producen una mezcla de deleite y placer, son  obras  que cautivan,  personal  y único, esta fuerte  y extraña  cromática,  combinada  con sus  figuras,  gnomos, meigas, duendes o hadas, árboles milenarios o soñados,  son las características de este gran artista granadino, que destaca cada vez más por  su fuerza e inédita personalidad de extraña belleza.

Conchita  de  Kindelán