1990
Cuando dejaba correr mi fantasía utilizaba un papel y un lápiz, con ellos, y sin pensarlo, esperaba que aparecieran flechas enlazadas y líneas que servían de tallo a pequeñas flores.
Y cuando este cuadro empezaba a ser, ya sabía que sería uno de los que se dicen preferidos.
Al verlo siempre digo: ¡qué sencillo, es todo lo que hay que expresar! Su singularidad se identifica con mi concrección, líneas básicas sobre colores vivos y tan sugerentes que en la primera mirada conozco que está claro.
De estas últimas obras, sin duda, es único y me encanta.
El yugo y las flechas han quedado como la pajarita incómoda que atosiga pero que se admite como necesaria en determinados acontecimientos sociales. Las normas del buen uso la tienen presente. Y como las cosas de la vida ocurren, en ocho años es el puño que domina la libertad.
Es todo uno, surge de un mundo en niebla, manos agonizantes, muertos vivientes que gimen por un respiro. Un cementerio.
Cien años son su cárcel, mano atenazada que pierde su fuerza vital, es ya cadáver.
Pétalos que se pierden.
La bola pesada, un preso, carga que arrastra por sus errores, serán los que la conviertan en cenizas.
Ideas, comportamientos. El tiempo elimina las diferencias.
MONCHOLC, hasta hoy . Pág.110.
Dra. Abad