1986
Con la primera luz del día el rocío cubre las telas de araña de los matorrales, su brillo sirve de guía para encontrar la llegada.
Ahí van y vienen, esto da para mucho y tiempo más. Desde la temprana, a la grupa con paso lento y otros al trote, dan sosiego al cuerpo en el festejo que llena el alma onubense.
Almonte se viste de gala para recibir a los romeros que llegados de todos los puntos de España , hermandad y
Sin-pecado, confluyen junto a la marisma.
Es su destino la Blanca
Paloma, ofrenda de una generación tras otra y de un fervor que crece cada año.
Caballo y jinete se funden , lenvantan el polvo del camino, la aldea recobra vida.
Dra. Abad