1983
A mi esposa con amor y en silencio…
Me ha entregado todo, y él está ahí para encontrarle siempre.
Se superpone a su rostro un detalle de la representación de una antigua tradición, los empalados, recuerdo del pueblo del culto al sufrimiento, una plegaria del perdón.
Fueron años de un comienzo duro, donde afianzar el futuro.
Frente despejada y pelo algo cano. El rostro deja al descubierto las señales del tiempo, queda abierto, sin protección, sin máscaras.
Natural, nada inquieta en su mirada, serena y segura de observar lo que desea.
Admite el daño físico y moral.
Pierde, si es necesario, parte de su esencia, pero en ningún caso la fuerza. Ríe porque está por encima de las adversidades.
Cuando encuentro a una persona, miro sus ojos y advierto su presencia interior.
Está libre de maldad, no hay rencor porque todo se supera si es por el ser amado. No es posible el desencanto, siempre hay algo nuevo.
Con él estoy segura, no hay miedos, juntos justificamos nuestra existencia. Preparamos nuestra lucha encarnizada por nuestros objetivos, sin dar un paso atrás.
¡Qué mayor canto a la belleza del ser humano!
La grandeza de su AMOR.
Dra. Abad