1983
Un gran portalón separa dos mundos. Esta puerta, que se encuentra abierta, queda fija a una valla que sirve de freno, evitando sea traspasada con nocturnidad.
Muro infranqueable que no se deteriora con el tiempo, se cuidan los detalles, el techado se sustenta en buenas vigas de madera y ocasionalmente alguna teja requerirá de reparación. Dos farolas son servidoras de seguridad para una identificación. El contraste se deja ver con el interior, un frondoso pasillo a la paz, aislados y sin molestias, permisividad desconocida, irrealidad, quién sabe.
Centramos la mirada, un sillón egregio, en perfecto estado, colocado sobre un llano de tierra, ha quedado al otro lado, en el exterior, con un árbol y un seto.
Estos protegen su enclave tras las cadenas.
En espera de una decisión, abandonado a su suerte, su existencia depende del uso que le quieran dar. Podrá estar olvidado o presidir un salón. Deberá esperar que alguien recuerde que está ahí.
MONCHOLC, hasta hoy. P. 88
Dra. Abad