1982
Tengo que reconocer que no es una obra que me impresione anímicamente. Es posible que el fondo sea tan tajante y crudo que mi rechazo a esa verdad responda indirectamente a la propia fuerza de la obra.
Dos cosas destacan cuando se observa con detenimiento, por un lado el medio para resaltar el tema, un inmenso paisaje, campos variados atravesados por un camino donde se detienen dos animales, ante la garra dominante del color.
La mirada se dispersa en un primer instante acaparando el mínimo detalle, desde el caserío al matorral en flor, las lindes de una propiedad, se alternan meseta y llanura, y después se concentra aproximándonos al camino.
Las piedras se cuentan y sobre ellas han caído.
Ante esta profundidad impresionante se reafirma, animales despojados de su racionalidad transitan portando lo que les queda por su mal hacer.
Las Artes despreciadas en el suelo, en un primer nivel la pintura antes olvidada.
Mantiene en el serón el último estandarte de la «cultura».
Delante, joven e inconsciente, porta el otro un hilo de donde ya pocas letras quedan en su sitio. A pesar de esto, Ellas no han cambiado su esencia porque hombres y mujeres perseveran.
MONCHOLC, hasta hoy. P, 86.
Dra. Abad